Ahí comenzó todo. A los 11 años. Leyendo lo que podía encontrar en las enciclopedias que encontraba en casa y en libros usados que compraba frente a mi casa, en el Mercado Municipal de Iquique. Olían a viejo. Y también a gloria.
He hecho memoria y no puedo decir por qué comencé a hacerlo. Pero la poesía llegó y se quedó conmigo; fue haciéndose conmigo. Y nos hicimos juntos. Con los vacíos propios de la irreflexión y de la desidia, también abriéndose camino entre las obligaciones y entre el amor.
Ahí, como en ningún otro espacio, me siento profundamente feliz. Como frente al sartén, mirando a las cebollas confitarse con delicadeza. Como frente al papel, a la tinta, a la máquina de escribir, al computador, al celular y a las anotaciones mentales.
Pro
fun
da
men
te
fe
liz
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